El RENO COMÚN ocupa el primer lugar entre los cérvidos en cuanto a utilidad; los pueblos que viven en el extremo más septentrional del globo deben a este animal sus medios de subsistencia, sin él no podrían vivir, pues cumple por sí solo los servicios que generalmente prestan todos los animales domésticos.
Los renos salvajes presentan formas mucho más esbeltas y elegantes que los domésticos, que parecen un tanto embrutecidos por su prolongado servicio bajo el dominio del hombre.
El pelaje de los renos es más espeso que el de cualquier otro cérvido; los pelos son larguísimos, tupidos, ondulados, duros y frágiles; en la parte anterior del cuello forman una crin que, algunas veces, desciende hasta el pecho. En invierno, estos pelos alcanzan una longitud de 6 cm y, como son muy lisos, todo el pelaje resulta de una longitud uniforme, de un promedio de 4 cm de espesor, lo que explica que el reno pueda afrontar sin contratiempos temperaturas bajísimas.
Lo mismo que los siberianos, los renos del continente americano migran desde los montes a la zona marítima, y viceversa. Los renos salvajes son siempre muy sociables; forman rebaños mucho más numerosos que los restantes cérvidos: rara vez se encuentra un reno aislado y, cuando esto ocurre, se trata siempre de un macho viejo, expulsado del rebaño.
Todos los cazadores están de acuerdo en atribuir a estos cérvidos una gran inteligencia y hasta cierta astucia. Lo cierto es que son mamíferos sumamente prudentes. Pero no experimentan ningún temor frente a los otro animales: se acercan confiadamente a las vacas y a los caballos que pastan en los campos y cuando se encuentran con un rebaño de renos domésticos se les aproximan amistosamente, y parecen distinguir muy bien sus compañeros salvajes de los domesticados.
La época del celo se presenta a últimos de setiembre, y entonces los machos se enzarzan en las acostumbradas luchas para conseguir el dominio del rebaño. Como a la sazón los cuernos, que cayeron en diciembre o enero, ya han vuelto a crecer, el animal está debidamente preparado para esa lucha. A veces permanecen horas y horas con los cuernos entrecruzados. Los nacimientos tienen lugar hacia mediados de abril, puesto que la gestación dura unas treinta semanas. Los renos salvajes únicamente dan a luz un pequeño en cada parto: un animalillo gracioso, tiernamente amado por su madre, que lo amamanta durante mucho tiempo.
El reno no se adapta fácilmente a la cautividad; sin embargo, si se le cuida y trata conforme a sus necesidades, vive muy bien incluso en los zoos y hasta se reproduce normalmente. Se alimenta con preferencia de líquenes, tanto en cautividad como en estado libre y, si dispone de ellos, rehusa cualquier otro alimento, incluso el mejor heno; pero agradece siempre el pan. Soporta con la mayor indiferencia las temperaturas más crudas, en tanto que el calor del verano le produce incomodidades y sufrimientos.
Los renos que viven en el continente americano reciben el nombre de caribúes y, según algunos investigadores, pertenecen a una especie distinta de la de los europeos. El CARIBU es mayor que el reno europeo, pues sobrepasa el 1,40 m de alzada y a veces los 200 kg de peso; sus cuernos son asimismo de mayor tamaño y el pelaje es más oscuro.
La época del celo y de los consiguientes apareamientos corresponde, por lo general, al mes de setiembre y las crías suelen venir al mundo hacia abril o mayo.
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